jueves, 27 de diciembre de 2012

porlomenismo

No está fácil levantarse cada mañana, verse al espejo y justo cuando empieza a temblarte la barbilla y las lágrimas se anticipan en un extraño punto de la garganta... hacer como si no pasara nada. 

Tampoco está fácil cargar siempre encima ese enorme papel celofán en el que tratamos de envolver lo que no nos gusta para hacerlo mas digerible.

Algo así pasa en Caracas, en muchos ámbitos. El que me afecta mas de cerca es el artístico.

La lectura de un buen artículo publicado en Panfleto Negro me movió tanto, que aquí estoy, tratando de entender porqué. Y tiene que ver con esa terrible necesidad que tenemos en este pais de validar lo invalidable, bien sea porque está hecho en casa, o porque conocemos al realizador o porque en el fondo es lo único a lo que muchos pueden aferrarse. Y en ese ciego validar se va la calidad, se va la mística, se va todo.

Estamos tan descontentos con quienes somos, que es complicado verle la cara a esa realidad. Esta ahí, nos envuelve, no nos gusta; y en lugar de caernos por ese barranco y aprender, nos miramos en el espejo, y encima de las lágrimas nos echamos colorete. El patuque que queda está a la vista de todos pero nadie dice nada.

Vivimos en el porlomenismo, en un contexto tan deteriorado, tan carente de educación y tan hipócrita, que hace que inconscientemente la mayoría de las veces, la gente valide algo que no es bueno a cuenta de que es algo. 

"Por lo menos están haciéndose cosas... Por lo menos se está trabajando... Malo sería que no se hiciera nada...." Y lo que es peor, ese discurso porlomenista está generando contenido, está generando cultura.  Las figuritas que respaldan trabajos mediocres son escuchadas, son retuiteadas, son los que difunden y lo más importante: no-se-dan-cuenta. 

SofiaCoppola meets Hunter Thompson meets Cortázar meets Gondry meets Air meets colores meets lucecitas meets desenfoque meets sdnihsafuoybasd meets vintage meets la movida.

Y cuando a alguien se le ocurre criticar lo evidente, la respuesta revela por un lado, la arrogancia de quienes tienen miedo o peor, flojera, de educarse. Y por otro, los que no tienen idea y que por eso les quitamos culpa, cuando son igualmente culpables por no coger dato, que nada difícil es.

"Resentido, envidioso, daletupaver, intolerante..."

Esa última es la mejor: intolerante. En discusiones y debates acalorados pero normales, donde nadie sale herido, y nadie esta siendo abusado, hay una figura recurrente: El tolerante. Ese santo más santo de todos los santos, que fuera de contexto saca una bandera blanca para que el resto aprenda. "Tolerancia, señores". 

¿Qué pasa? ¿Qué estamos hechos de azúcar ahora? ¿Qué pinzas son estas con las que nos estamos tratando? Démonos un poquito más de crédito y recibamos la crítica, we can take it. ¿O no? 

Respaldo el artículo mencionado. Vamos a quitarnos los pañitos calientes que nos ponemos encima para sentirnos mejor. Si la realidad es desoladora, aqui estamos para trabajarla, no para ponerle guirnaldas.

Entonces no, no está fácil la cosa. Pero no la hacemos mejor sin reconocerlo de verdad. Dejemos la esquizofrenia y la negación y mordamos más polvo, lloremos y levantémonos sin optimismos de Venevisión. 

¿Quieres hacer cosas? A educarse que nunca es tarde. Yo se que yo tengo que hacerlo. 



4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Optimismo venevisión? Jajaja, ¡genial!

Mil gracias por escribir este artículo. De verdad, muy bueno y acertado en la defensa al derecho a criticar que haces en él.

No conocía tu blog, ahora lo leeré.

Saludos.

John Manuel Silva

Claudia Lizardo dijo...

Gracias a ti, John Manuel. No sentía tanto vigor desde mis 15 años. ;)

Ales&re dijo...

Yo me pregunto desde la más profunda honestidad cuántos carajos son estos mariquitos de las 7D y tal y cuál es su verdadera importancia. Leí el artículo de Silva y justo ahora, admitiendo que es difícil ser elocuente desde el emputecimiento que me produjo, me limito a manifestar mi escepticismo: lo leí y me dan ganas de decir... "Ajá... ¿y?".

Gustavo Pérez dijo...

Es lamentable que el venezolano tenga que apoyar a estos burgueses bohemios, a las bandas de música vacías o, como dijo John, a supuestos Spielbergs nacionales simplemente por un sentimiento de nacionalismo barato.

El nacionalismo no nos deja ver más allá y darnos cuenta que, al desarrollo creativo venezolano le falta una bola y parte de la otra para estar a nivel de lo que verdaderamente significa arte.

Muy buen artículo Claudia, saludos

@gapr84